martes, 29 de enero de 2013

GIBRALTAR. (1 de Noviembre de 2012)



     Durante el día anterior a mi sexta inmersión no podía dejar de tener un cierto cosquilleo en la barriga. Aún no tengo la suficiente soltura en el agua como para sentirme totalmente desconectada. Supongo que cuando mi número de inmersiones avance también lo hará mi seguridad y disfrute en el agua. Una vez llegamos a Gibraltar y entregamos los documentos necesarios en aduana nos dirigimos a Camp Bay lugar donde haremos inmersión. Conforme nos vamos acercando el gusanillo en la barriga es más grande. Bajamos todo el equipo y comenzamos a vestirnos. Es un momento en el que compartimos risas, dudas... Antes de cada inmersión, revisamos mutuamente el equipo del compañero utilizando el control de seguridad pre-inmersión. Una vez estamos listos y hemos revisado bien el equipo nos dirigimos al agua. Sientes un poco de calor y bastante peso. Has de inclinarte hacia delante por el peso en la espalda. Pero en el momento en el que entras en el agua notas como ésta entra en tu cuerpo. Aún está fría, pero es agradable. Flotas, te relajas y alivias el calor. Poco a poco notas como el agua que entra en tu cuerpo se calienta. Es el momento del “briefing”, es decir, brevemente el guía hace el perfil de la inmersión y a continuación indica que vamos a descender. Una vez que todos hacemos la señal okey descendemos. Comienza la aventura y un sinfín de tres colas nos rodean.

    Ya desaparece el exterior, los ruidos, la gente…Y pienso, respira, respira, respira…lenta, profunda y continuamente. Voy bien, me siento bien, todo está perfecto. La vida que te envuelve hace que los mires. No hace falta buscar nada en concreto porque la belleza la puedes encontrar en los seres más pequeños. Alberto guía el camino hasta los barcos hundidos, yo le sigo y Eugenia y Jesús vienen detrás. Lo veo, el primer pecio que veo en mi vida está ahí frente a mí. Alberto hace un gesto majestuoso con su mano para mostrármelo. Aquí lo tienes. Y yo le miro impresionada. Está colmado de vegetación. Brotan gorgonias por doquier. Los peces lo rodean, de todos los tamaños. En ese momento siento que me entra agua en la máscara e intento vaciarla. Pero el agua persiste. Veo que mi tuvo de snorkel  se coloca frente a mis ojos. El agua empezó a fluir más rápido. Vi que mi máscara únicamente se sostenía por la presión. No sabía si se había roto la goma, si se había salido…Alberto me decía por gestos que yo estaba tocando con mis aletas el fondo. Me pedía que tuviera cuidado con el fondo marino. Me sostuve la máscara con la mano entera para que no se cayera y le comuniqué que algo no iba bien y no sabía qué. En ese momento, mi compañero Jesús que se situaba por detrás de mí me colocó la tira. Ya sabía lo que me pasaba se me habían quitado las gafas. Y es ahí donde debes mantenerte tranquila, debes controlar tus emociones. ¡Relájate!, ¡no puedes salir como una bolla, es peligroso! Los problemas hay que solucionarlos bajo el agua. Confiaba en mis compañeros y estaba bien. Me coloqué bien la máscara y comencé a vaciarla. Cuando lo tuve controlado hice la señal de okey a mis compañeros. Jesús me aplaudía con entusiasmo. Me sentí bien al ver que valoraba mi conducta bajo el agua.  Dios, por fin, lo había conseguido. La respiración volvió a ser más serena. ¿Continuamos? Y seguimos flotando, ufff menos mal, ya comencé a sentirme mejor. Pero mejor que nunca. Es importante superar las dificultades y lo haces rodeada de amigos. Él seguía estando allí. Reinando en aquellas aguas a una profundidad de unos 13  o 14 metros.

 
    Nadamos por encima, por los lados. Parecía que jugaban al escondite. Camuflados entre la vegetación. Un rascacio nos sorprendió con su cara de susto.

    Hubo un pez de roca, muy pequeñito, que me gustó mucho por su color amarillo intenso. Los corales rojos abundaban en las paredes. Y muchos tipos de nudibranquios. En un momento determinado sentí algo de vértigo al mirar hacia abajo. Tenía todo el lateral del barco a mi lado y eso daba una sensación de profundidad mayor. Sabía que llegaba el momento de entrar en él. Alberto entró primero y supervisó antes de que entráramos Eugenia y yo. La movilidad en el agua es distinta que con aire. Los movimientos son más lentos y torpes debido a la densidad del agua. No sabía si bajar de frente y nadando con mis aletas o verticalmente. Así que tras unos movimientos vi que era mejor hacerlo verticalmente. Vacie todo el aire de mis pulmones y me dejé caer, si moverme apenas. Perfecto, ya estaba dentro. Estaba oscuro pero vi a Alberto al fondo. Detrás de mi sentía a Eugenia con mis aletas. Nuestros movimientos dentro del barco eran lentos y pensados. Intentando no rozar el equipo para no alterar el medio submarino. Avanzamos por dentro, en la oscuridad y bajo la luz de la linterna. Ese momento fue emocionante. Sólo pensaba de quién habría sido ese barco, quién habría estado en él, como habría navegado durante años…y ahora estaba allí hundido, y nosotros dentro de él. Al final se veía una escotilla superior por la que debíamos salir. Y cuadrándonos para no rozar salimos al exterior. Dice Jesús que fue bonito vernos entrar por un lado y salir por el opuesto. Mientras estábamos dentro salían nuestras burbujas de aire. Estuvimos un buen rato viendo los dos pecios. Curioseamos sus escotillas, sus tubos…lugares donde se encentran crustáceos y morenas. Me agarraba a la mano de Alberto para pasear con él. “Lugar mágico para llevar el amor”.

     Consultamos los manómetros y mi manómetro me indicaba que me quedaban 80 bares. Así que nos dispusimos a marchar. Las “doncellas” nos acompañaban en el ascenso y durante la parada de descompresión. Había muchas, son bonitos sus colores.

 

      Y cuando vine a darme cuenta ya estábamos en la orilla. Al sacar la cabeza del agua vi a Alberto.  Mis primeras palabras fueron ¡qué bonito por dios!

No hay comentarios:

Publicar un comentario